En la foto, a la mediamañana de ayer, en una escuela del GBA, vota José Saúl Wermus, más conocido por el alias partidario de Jorge Altamira. A la salida se dio el lujo de bromear con lo que se había convertido entre una preocupación y una cargada, como eran los supuestos 400 mil votos de su frente izquierdista para seguir en carrera legal: "Ahora faltan 399.999", dijo. Pero luego de una jornada de fruncimientos varios y hasta con la piantada de varios lagrimones revolucionarios, sentidos recuerdos para el asesinado Mariano Ferreira, abatido por la patota sindical, hecho que catapultó públicamente al PO en la consideración pública y significaría el principio del fin de Néstor Kirchner, amén de la manito de varios mediáticos, sobrepasó el medio millón y casi alcanzó el 2,5% sobre el temido mínimo de 1,5 al que no llegó Proyecto Sur de Pino Solanas.
Con un record total de asistencia que casi anduvo cerca del 80%, el oficialismo pasó al galopito el 50%, es decir, más de 10 millones de almas y empatando gloriosamente el segundo puesto, muy atrás de la polvareda, aparecen el voluntarista Ricardo Alfonsín y el ex presidente Eduardo Duhalde que había anunciado una rebelión en las urnas a cargo de los intentendes del GBA todopoderosos, cansados del manoseo y la dedocracia, y que la primera magistrada no sabe gobernar.
En tercer lugar, con poquito más del 10%, quedó el médico santafesino Hermes Binner, un socialista que encabeza el frente progresista socialdemócrata y que tuvo tan poco tiempo para la campaña como plata y aparato partidario. Lo festejaron como un triunfo. Y en cierto modo fueron los otros triunfadores. En realidad, el caradurismo político es de tal calibre que raro que algunos de los perdedores no festejara algo. La otra gran derrotada fue la Coalición Cívica de Lilita Carrió, quien asumió amargamente la derrota con todas las letras y su paso al costado. Siempre fue un ave raris y pagó caro andar repartiendo verdades y vaticinios al voleo, como si fueran oráculos, y no justamente con buen olor.
Y es que el panorama no es tan auspicioso como obviamente quiere que pinte el kristinismo, induablemente, sin entrar en minucias, el gran triunfador. Los opinólogos al instante enseguida sumaron y decretaron que el 70% del país es peronista, pero se olvidaron de discriminar que de ahí el 50% es kirchnerismo, una alquimia que va del desarrollismo al neomontonerismo, y que en el 20% restante, amén del indescifrable peronismo hay una gama que se pasea por todos los tonos del conservadorismo para colmo engalanado con algunas frutillas neoliberales. Completando el auspicioso cuadro, el 30% restante, calificado genéricamente como La Oposición, es un espejo roto liderado por egos tan insoportables como incompatibles. "Sacale lo desparejo por algo soy argentino", supo cantar Atahualpa Yupanqui.
Hace dos años, como consecuencia del enfrentamiento con el campo a consecuencia de la 125, el oficialismo rodaba por el suelo y al kirchnerismo le daban la extremaunción, incluso con instant book como el que escribió contrareloj Mariano Grondona. Ahora no saben dónde ponerse. El mejor interrogante corrió por cuenta del Melli De Angeli, uno de los improvisados líderes de entonces: "¿Y ahora qué hacemos?", confesó que le preguntan sus seguidores de la Federación Agraria. Encima, el mundo capitalista está mirame y no me toqués.