El domingo último, mientras la gente se apiñaba en las escuelas para reventar las urnas con boletas del FPV, en la vereda occidental de Florida casi Corrientes, al lado de la Sociedad Rural, por órdenes de los dueños se entizaban todas las vidrieras y se procedía al vacimiento del mobiliario. Al día siguiente, los empleados que sobrevivían al drenaje sistemático de los últimos tiempos se encontraron que estaban sin trabajo. La vieja Confitería Richmond había cerrado. Con ella un pedazo de la historia de Buenos Aires. Nike va a poner un local de zapatillas. El gobierno de la ciudad ya la había declarado Bar Notable y últimamente, como un manotón, Patrimonio Histórico, pero las leyes del mercado obedecen a otros parámetros. A tomar café y charlar boludeces a otro lado. Hubo algún que otro registro periodístico, pero nada más. Ni tres golpes de sangre tuvo ni se murió de perfil. Los restos del personal, con algunos bombistas prestados, cortaron las cadenas y tomaron el local. La repercusión mediática hizo lo suyo y los sigilosos patrones se avinieron a por lo menos pagar lo adeudado. Lo viejo, fundamentalmente, es perecedero.